Físicamente puede que no crezcas más, pero el espíritu siempre puede crecer hasta convertirse en un gigante. Los gigantes ven el mundo desde otro punto de vista, sin miedo y llenos de autoestima. Ser un gigante es cambiar de una mentalidad de víctima a reconocer el poder de tu propia persona.
Es mirar el mundo con otros ojos y ver tu vida sin obstáculos.