20 de diciembre de 2010

¿Cómo estás?
¡Pero qué preguntas más tontas hago! Si te llevo aquí.
¿Sabes? Estoy cansada. No poder entenderme (entenderte) es lo que más odio en este puto mundo.
Últimamente hago las cosas por hacer, ni siquiera me guío por esto a lo que yo llamaría... ¿Sentimientos?
Ah, no. Creo que ya no me queda de eso.

Estos malditos impulsos...

¿Tú que dices? No piensas contestarme, ¿verdad, corazón? Lo sé. Puedo sentirte (a veces), y sé lo que piensas (casi nunca). Y al menos he conseguido llegar a una pequeña conclusión: Estás loco.
De verdad que estás loco.
Piensa un poco en mí, ¿no te parece? Me estoy cansando. Algún día te gritaré, te chillaré, tendrás que aguantar toda mi rabia y tragártela. Y por si fuera poco, acabaré por abandonarte por un tiempo. Quizás me harte de ti y no vuelvas a saber de mí durante varios días...
¡Qué digo!
No querría hacer eso. Es más,
te necesito para vivir.
Que sí, que lo sé... Estás demasiado ocupado ayudando a tu querido sistema circulatorio, que si la sístole auricular, que si la ventricular, luego con la diástole...
Vaya.
Entiendo que no tengas mucho tiempo para mí.
LLámame cuando tengas un hueco, ¿sí?
Lo necesito, y mucho.

Cuídate un poco, corazón.
De lo único que estoy segura es de que tu también lo necesitas.