30 de enero de 2011

El dolor, es una persona más dentro de tu mente que te paraliza, y te seda de cualquier sentimiento. Cuando sentís el vacío en tu cuerpo todo lo que esta alrededor pierde sentido.
La tijera cerca del brazo se sentía como yo, fría, eso frío me sedujo y me inspiró seguridad.
En el mismo momento de que me convenció de lograr su cometido, sentí algo mucho más que el dolor mismo. En el justo momento que la tijera se estaba apoderado de mi sentí que no era yo. La persona que se veía frente al espejo no era yo.
Me busque en mis ojos, hoy estaban mas negros que nunca. Me busque en los finos flagelos que tenia en mi brazo, me busque en esa fría tijera que estaba tirada en el lavamanos y solo encontré mentiras.
Mentiras que me había inventado muy hábilmente. Mentiras que disfrazaban los problemas y los convertían en personajes simpáticos y adorables. Mentiras que me hacían ignorar la realidad, porque no tenía el suficiente coraje para enfrentarla.
Me repetí mil veces "¿por qué?", dónde estaba la niña que solía ser, esa que amaba la vida y la defendía a mas no poder. Me deje llevar y conversen, había dejado quién yo era para ser diferente para cambiar y no afrontar la maldita realidad.
Hacía unos segundos esta vida no había sido mía, era de alguien que no conocía que me tenia poseída en un montón de mentiras.
Me mire abatida, ahí en el fondo de mis pupilas estaba esa niña perdida, allí estaba ella jugando entre las hojas, riendo y apostándole a la vida. Esa era realmente yo, la que miraba la vida de una manera diferente, a la que la llaman "loca" por reír todo el tiempo, la que amaba la alegría. Me mire fijo aún seguía siendo esa niña.
Me cure las heridas, limpie mis lagrimas y por ultimo me mire al espejo y esbocé mi mejor sonrisa.
Esa niña era yo, la que se prometió jamas abandonar la vida.