8 de julio de 2010


Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido, que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido, fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo, ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me
abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.

Trepo por tu recuerdo como una enredadera que no encuentra ventanas
donde agarrarse, soy esa absurda epidemia que sufren las aceras, si quieres encontrarme,
... ya sabes dónde estoy.