29 de julio de 2010


Eran conocidos en las calles del barrio, conocidos en todos los bares y tabernas.
Él tan alto, moreno y delgado, ella tan pálida y frágil, tan graciosa y pequeña. Bebían y se querian o eso parecía, discutían a veces, a veces sonreían, se besaban y odiaban, pero nadie es perfecto, el amor es difícil y extraño en estos tiempos. La noche debilita los corazones, noches de funeral, de vino y rosas. Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota. El sol limpia las calles, la
memoria, feroces pasiones atenúa. Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura. Élla entró una noche en el bar de costumbre, iba vestida todo de riguroso luto, venía borracha y solo, traía el gesto serio, y en las manos una corona de difuntos. El la había dejado, nos explicó serena, y había decidido considerarlo muerto, y brindar por su olvido y su descanso eterno, y celebrar su entierro de taberna en taberna. Así que allá nos fuimos, y para qué contaros: vasos vinos y risas, alguna vomitona,
abrazos de amistad, eterna aquella noche. Requiescat y brindemos por el y su memoria.
Al salir de el boliche ya iba muy borracha, se desplomó en el asfalto y me incliné a su lado.
Supe que estaba muriéndose de golpe, dijo...
algo en mi oído, se deshizo en mis brazos. Se la llevó la ambulancia con su corona y todo, y yo me fui a cumplir con su encargo maldito. Llegué hasta el bar que él me había indicado y busqué al muchacho entre el humo y el ruido. Por fin lo vi, bailaba muy despacio, refugiado en el cálido pecho de un muchacho. Le conté, me escuchó, se abrazó a su pareja. Yo no sé si lloró, no se veía apenas.
La noche debilita los corazones, noches de funeral, de vino y rosas.
Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota. El sol limpia las calles, la memoria, feroces pasiones atenúa. Invéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura.