3 de agosto de 2010

He cerrado mis ojos evitando llorar, evitando que una lágrima salga y ruede por mis mejillas casi expulsadas por esos pensamientos tan tristes que invaden mi cabeza… Y es que el motor de todo eso es este profundo abismo que hunde todos mis sentimientos y los hace desaparecer poco a poco, evitando que siga viviendo esa constante ilusión que tenía. Mi voz entrecortada saca con apuros aquellas palabras desconsoladas, que lo único que quieren es ser escuchadas por alguien que las sepa escuchar y darles el valor que se merecen para no ser olvidadas, por el recuerdo que suele ser permanente en quien sabe comprender. Mi piel que se resiste a sentir una verdadera caricia otorgada, por aquel que quizá actúa con profunda sinceridad y muy escéptica a lo real se esconde en ese caparazón de frialdad, de aceite que evita que esas gotas de agua penetren para hidratar lo que ya ha sido deshidratado.